sábado, 4 de junio de 2016

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Nota: Se ha rescatado la siguiente carta desde la Brigada de Casos de Difícil Explicación Racional de la Policía de Investigaciones. Luego de huir de Casablanca, Camila se fue a vivir un tiempo a Viña del Mar hasta que se le perdió la pista. Acá dejamos el texto íntegro por si puede tener alguna pista de su paradero.

Estimada persona que lee esta carta:

Soy Camila López y tengo 17 años. Yo no me encuentro en este mundo. No es que esté muerta, sino que en otro lugar. Por favor lea esto atentamente y ayúdeme a salir de aquí. Estaré esperando...

Mi historia comenzó el 05 de mayo de 2005, justo cuando estuve de cumpleaños. Ese día, no había desayunado y no me sentía muy bien. Me había quedado dormida porque había estudiado hasta tarde para una prueba de Historia y durante la semana no había pescado mi cuaderno. Yo estudiaba en el Liceo Manuel de Zamorano de la ciudad de Yerbablanca, el único municipal de toda la comuna. Si volvía a llegar atrasada me iban a llamar al apoderado cosa que no quería, pues mi papá era un verdadero ogro cuando se enojaba.

En Las Desdichas, el pueblo donde vivía, la micro local pasaba cada una hora y si no la tomaba, obviamente llegaría muy tarde a clases. Rápidamente salí a la calle porque sentí el motor de la máquina que iba pasando, pero en mi apuro me tropecé con una piedra en el camino y cuando ya estaba de pie nuevamente, noté que la micro ya había pasado. Pese a mis gritos el chofer no me escuchó. Me sentí frustrada, había estudiado tanto para nada. La prueba era a primera hora y ciertamente no llegaría a rendirla...

No sabía qué hacer, si me devolvía a la casa o esperaba a alguien que de buena voluntad me llevara. Me acordé de que el papá de una amiga tenía que ir a Yerbablanca temprano para hacer diligencias, así que pasé a su casa y lo pillé justo cuando estaba cerrando el portón para salir con su auto. El tío José fue muy buena onda y me dijo que subiera no más, que me podía dejar en la entrada del Liceo.

En el camino íbamos hablando sobre el pesado del profe de Historia, que siempre ponía anotaciones negativas y nunca se reía. En eso estábamos cuando una neblina bien espesa nos impidió ver más allá de unos pocos metros. En la zona donde vivo es común que pase eso, sobre todo cuando se mezcla con los humos producidos por las quemazones en algunas viñas, pero ésta lucía diferente. Tenía un color verdoso, algo que nos llamó profundamente la atención. Poco a poco se fue disipando dando lugar al sol.

Finalmente llegué al Liceo y me despedí del tío José. Rápidamente entré, justo antes que la portera cerrara. Fui directo a mi sala, pero había otro curso. “Bah, qué raro” - pensé. Mis compañeros estaban en la sala de al lado sacando una hoja para dar la prueba. Así que entré y me senté como siempre, al lado de mi amiga Kathy, mientras el profe me retaba por llegar cinco minutos atrasada.

Mientras contestaba las interminables preguntas, sentía que mi amiga me miraba raro. Como que quería decirme algo, pero no lo hacía por temor a que el profe pensara que me estaba soplando. Después de entregar las hojas finalmente me habló: - ¿Y tú por qué te sentay acá? ¿No se supone que éramos amigas? ¿Por qué me hiciste eso? - ¡Qué onda! ¿Por qué me hablay así? ¿Qué te hice? - Le contesté.

La Kathy me dijo que los cabros le contaron que yo había pinchado con su pololo en la fiesta de un amigo, a la cual ella no pudo ir. Sinceramente – le dije – no sé de qué fiesta me hablay – Ahí fue peor porque me empezó a insultar y me empujó mientras todos se pararon para incentivar una pelea. Obviamente el profe nos retó a las dos y nos puso una anotación negativa. Realmente no sabía qué pasaba. ¿Cómo me iba a olvidar de un carrete donde supuestamente me besé con el pololo de mi mejor amiga? Estaba segura de que el fin de semana me quedé en la casa, porque nunca se hizo esa fiesta, nunca me enteré... ¡Estuve estudiando todo el tiempo!

A la salida del Liceo fue mi mayor sorpresa, porque estaba la Kathy y todo el curso esperándome. Quería puro pegarme por algo que yo no me acordaba, más bien creía que nunca pasó. Mientras ella me empujaba y me echaba garabatos, le conté mi versión, pero unas compañeras me gritaron mentirosa y patética, pues según ellas todas me habían visto con el Raúl.

Me asusté porque una parte de mi memoria había desaparecido. Nerviosa, miré pa todos lados buscando una explicación que no llegaba mientras intentaba calmar a la Kathy. De pronto, se me ocurrió mirar hacia la puerta del Liceo y grande fue mi sorpresa cuando caché que en vez de decir “Liceo Manuel de Zamorano”, decía: “Manuel de Salas” - ¡Qué onda! - Pensé.  Antes de preguntar por eso, ya me encontraba en el suelo, empujada por mi amiga que se me tiró encima para pegarme. Nadie me ayudaba, todos se reían y gritaban como si estuvieran viendo un espectáculo de la lucha libre...

¡Escúchame! - Le grité mientras le sujetaba los brazos desde el suelo - ¿Qué le pasó a nuestro liceo? ¿Por qué cambió de nombre? - Su mirada de incredulidad duró un segundo, pues volvió a pegarme una cachetada. Cansada de los golpes y para que me dejara tranquila, la empujé hacia atrás y eso fue lo más cuático, porque en vez de alejarla un poco de mí, la mina salió volando hacia la pared como si un huracán se la hubiera llevado. Todos dijeron: ¡Oooooooooohh! Mientras se miraban consternados. La Kathy había quedado inconsciente sentada en el muro. Mis compañeros me veían como si yo fuera una extraterrestre. Muchos que grababan con celular se paralizaron y luego fueron a ver a la Kathy. Pronto llegó el inspector y me mandaron a llamar al apoderado, mientras mi amiga yacía aún en el suelo, esperando la ambulancia.

Pronto vino una patrulla a buscarme. Eran dos pacos y una paca. Yo estaba aterrada en la oficina del director esperando mi juicio final. Mientras mi viejo venía en camino, los profes requisaron todos los celulares que grabaron la pelea y ordenaron a todos guardar silencio.

La paca me hizo ponerme contra la pared para ver si portaba alguna cuchilla o algo por el estilo. Después de revisar mi mochila, me pidió que me sentara frente a ella. Me preguntó por cómo pude empujar a la Kathy tan fuerte y a tanta distancia, y más encima desde el suelo. Le respondí que no tenía idea, que si eran tan avispada, que ella misma me dijera qué es lo que tengo. Ahí se anduvo enojando, me dijo un par de garabatos y me contó que me iban a llevar detenida... Que le dijera lo mismo al mayor, a ver cómo me iba a ir...

La llegada de mi papá fue para peor. Se enfrascó en una discusión con el director y luego con los carabineros, a los que trató de ineficientes, que en vez de andar persiguiendo a los delincuentes, se preocupaban por una pelea de niñitas. Uno de los carabineros, que era medio achinado y usaba lentes, se anduvo enojando con él y la discusión subió a tanto nivel que se llevaron a mi papá detenido también.

Mientras tanto, la Kathy era llevada de urgencia al Hospital de Valparaíso y el resto de la gente me seguía mirando como si yo fuera un fenómeno. - ¡Oh! ¡La loca poderosa! - Decían algunos que escuché por ahí. Cuento corto: Luego de llevarme al hospital local a constatar lesiones, me hicieron pasar más de una hora dentro de una celda en la Comisaría. Hasta que por fin me visitó un paco gordito de ojos verdes, quien se identificó como el Mayor Bórquez.

-          ¿Qué weá te comiste? Dime el secreto para hacer lo mismo con los pacos culiaos que trabajan conmigo. - Me dijo con cara de asombro.
-          Nada, si no alcancé ni a tomar desayuno. - Le contesté.


El Mayor me contó que en toda su vida como carabinero jamás había escuchado una historia semejante. Así que me suplicó para que le contara mi secreto, porque si no lo hacía, él le iba a pasar los videos de los celulares requisados a la prensa para que me hiciera famosa, que él tenía amigos en los canales de televisión de Santiago que estarían dispuestos a mostrarme y quedaría como un fenómeno. - ¿Qué pierdo con decirle la verdad? - Pensé. Cualquier cosa que relatara sería fantástica, así que mejor le conté todo lo que me había pasado con lujo de detalles. El Mayor ni pestañeó... Una vez que terminé me preguntó:

-          ¿Voh decís que esto es Yerbablanca?
-          Sí.
-          Te aviso al tiro que este pueblo culiao es Casablanca... Te tenís que hacerte ver cabrita. - Me comentó moviendo su cabeza como si yo estuviera loca. Se paró y se fue.


Al rato, vino el paco achinado de apellido Meneses. Me dijo que ya me podía ir, que el fiscal desestimó dejarme adentro y que mi papá permanecería un día más por maltrato de obra a Carabineros, así que autorizaron al director para retirarme.

Afuera de la Comisaría estaba la Coni, una amiga, con su mamá. Ellas me ofrecieron su casa para quedarme un día hasta que liberaran a mi papá. Cuando se despidió de mí, el director del Liceo me dijo que me esperaba a primera hora en su oficina, que estaba suspendida...

En la casa de la Coni me enteré de que la Kathy se había despertado en el hospital y que no se acordaba mucho de lo que pasó, pero se había quebrado dos costillas y el omóplato derecho. Tenía para rato... Sin embargo, lo peor estaba por venir: una vez que nos metimos a Internet, cachamos que estaba la cagá. Todo Chile estaba comentando el video de un pendejo que se había salvado que le quitaran su celular. Allí aparecía yo con la Kathy peleando en el suelo y se notaba claramente que ella volaba por el aire a gran velocidad... ¡Imposible que hubiera tenido la fuerza para hacerlo! El video causó tanto revuelo que al otro día vinieron los periodistas del pueblo al Liceo para entrevistarme. Mientras ellos esperaban afuera, yo estaba en la oficina del director escuchando su sermón. Una vez que terminó me recomendó que hablara con el psicopedagogo  y que no volviera hasta dentro de una semana cuando se realizara una nueva reunión de profesores y se analizara mi caso.

A la salida me encontré como con seis periodistas, me preguntaron por cómo había adquirido mis poderes, cómo se inició la pelea, qué pasó con mi papá, en fin... Yo respondí poco porque me da vergüenza salir en la tele. Lo que sí me preocupé fue de dejar en claro que yo no quise lastimar a mi amiga y que no recordaba la fiesta donde supuestamente me besé con el Raúl. Les dije que no me acordaba de nada y que yo también me asusté cuando empujé a la Kathy, porque jamás había hecho algo parecido. Como que la fuerza nació de pronto en mí… Eso.

Yo no sé si fue bueno decirlo, pero la cosa aumentó aún más. Con el correr de los días, con mi papá de vuelta en la casa, el celular me sonaba a cada rato. Todos los medios nacionales me querían entrevistar. ¡Hasta me ofrecieron ser parte de un reality! Mis compañeros me decían que aceptara no más, pero mi mente estaba pendiente dos cosas: El estado de salud de la Kathy y por cómo cresta podía volver a mi mundo, porque era evidente que no estaba en el mío. Del Manuel Zamorano, pasé al Manuel de Salas, de Yerbablanca pasé a Casablanca y de Las Desdichas pasé a Las Dichas. ¿Estaré loca? - Pensé todo el tiempo.


De repente, no sé cómo, uno de esos días previos a la reunión de profes, me llegó un correo de una psíquica llamada Ayin. Ella me contó que cuando vio el video en Youtube, notó que un aura verde me rodeaba y que yo tenía un espectro distinto a los demás. Además, notó al tiro que yo no era de este mundo y me dijo que quería ayudarme.

Su propuesta me resultó muy interesante, pues sentía que ella era la única que me podía devolver a mi verdadero hogar. Así que le respondí el e-mail y la fui a ver a Viña del Mar. Allí, en su casa, me miró con preocupación, luego me dijo:

-          Camila, siento decirte que no puedes volver a tu universo. Como dices tú, lo más probable es que esa neblina verde se comportó como un portal dimensional que más encima, se esfumó. El fenómeno tendría que volver a repetirse y eso es muy difícil.


Sus palabras fueron verdaderas puñaladas contra mi corazón. ¿Qué podía hacer? ¿Ponerme a llorar desconsoladamente? ¿Odiar a la polola de mi papá que en mi mundo no existía? Ayin me calmó diciéndome que tal vez, en un futuro no muy lejano, alguien de mi universo podría venir a buscarme. Me contó además que le habían enseñado una técnica para traspasarle información a su otro yo, el de una realidad paralela. Cuando me dijo que escribiera una carta con todo lo que me había pasado, le pregunté para qué y me respondió que al momento de ella leerla, su otro yo, tomaría un lápiz y un papel y copiaría todo mi relato en su mundo. Sonaba raro, pero entre ir a la tele, a un reality, o a que me entrevistara Salfate, preferí hacerle caso a ella.

Si usted, estimado lector, conoce la ciudad de Yerbablanca, ubicada entre Valparaíso y Santiago, le pido por favor que encuentre la manera de devolverme a mi casa. Lo estaré esperando.

Muchas gracias de antemano.


- Camila López Durán

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